jueves, 9 de abril de 2009

Desfiles escogidos de BAAM

09/04/2009 para TrendXchange

La elegancia según Pryor, Adot, Burstin y Bomparola

En Buenos Aires Alta Moda se destacó María Pryor, con una colección que tomó como punto de partida a la Rusia de los zares, en un imaginario de zarinas danzantes veladas bajo la nieve de la estepa. Las modelos descalzas con polainas gastadas, recogidos como nevados y tocados que hacían recordar a una especie de Scherezade polar se deslizaban y posaban a la manera delicada de los ballets. Colores pasteles, como escarchados, contrastados con otros de carácter más jerárquico, como los terciopelos bordeaux y algunos azules que acentuaban el juego de realeza delicada, como ninfas del frío... como bailarinas.

La tipología dominante fue el corset, estandarte de la diseñadora. Con piezas intrincadas, juegos de dobles prendas, bordados de pequeñas piedras, pasamanería dorada, algunos confeccionados en microtul y organza transparentes, resaltaba el emballenado, metáfora de la fragilidad del cuerpo. Acompañados por pequeñas pero amplias faldas de tul y muselina, formadas por capas de retazos que iban delineando una suerte de tutús con un pequeño miriñaque de soporte.

También aparecieron faldas largas con pequeñas colas, acompañadas por tipologías históricas, como el frac con cuellos y mangas medievales, recorridas por guardas de estilo ruso que rememoraban a un San Petesburgo decorado por Fabergé y plumas que resaltaban la liviandad del cuerpo.


Laurencio Adot, a diferencia de su presentación en la última BAFWeek, en BAAM presentó su línea Casino Royal: alta noche y cóctel atravesados por la máxima opulencia de las chicas Bond de los 70.

Inspirándose en el lujo setentoso de Halston, mostró siluetas de talle princesa que hacían recordar a una Bianca Jagger en Montecarlo con reminiscencias del corte vamp de los 30 de Vionnet, y también en texturas de inspiración natural que se asociaban al Art Nouveau. Todo exacerbado con peinados altos terminados con tocados de plumas de marabú, bijoux de strass resplandeciente y zapatos de un color plata casi espejado.

Vestidos largos y cortos, en satén, chiffon, organza y tul. Todo en seda: el lujo por sobre todas las cosas. Rematados con volados, monos, pedrería y cristales. También se vieron texturas sobre el cuerpo que daban una sensación otoñal, hojas de acanto combinadas con apliques de guipure que le daban un aire de una Belle Epoque casi griega, ayudando a la idea con vestidos de drapeados de peplum.

Negro, plata, peltre, cobre, rojo, bordeaux, azul y verde petróleo. Las pasadas se dividieron en bloques de colores, resaltando el afán del diseñador de vender todo el catálogo de prendas en todos los colores disponibles, cerrando con el blanco: una colección de novias que seguían los lineamientos de la primera parte de la colección. No faltaron las celebridades que tanto gustan al diseñador. En la pasarela se vieron conductoras y actrices de televisión y modelos con nombre propio.


Texturas experimentales aplicadas a la noche

Sylvie Burstin no decepcionó con su línea de vestidos y sastrería. Haciendo hincapié en los textiles, en sus sensaciones, en lo artesanal. La colección se inició con unos chals, faldas y blusas hechos a partir de una suerte de afieltrado de hilos de lana, lúrex y tul, dispuestos de manera irregular pero armoniosa, dibujando ondas sobre un fondo transparente que revelaba la piel de la modelo.

Burstin jugó con el ser y el parecer: texturas realizadas a partir de retazos de muselina deshilachada que en un primer vistazo parecían plumas etéreas, cuellos de abundante tul que hacían de piel, que luego aparecían per ser en otras prendas.

Shibori y plisados, juegos geométricos de estructuras lineares que se chocan, la irregularidad que la seda adquiere bajo el calor. Es en el detalle en donde se ve la mayor riqueza de las prendas. Colores pasteles, blanco y negro combinados en la misma prenda, azul, violeta. La naturaleza también se hizo presente a través de la organicidad de todos los detalles y haciéndose explicita en apliques en forma de flores y hojas.

Evasé, la línea que predominó en vestidos y faldas por arriba de la rodilla, al tobillo y algunos que llegaban al piso, acompañados por piezas de sastrería que aportaba estructura, con detalles que en un principio eran guardas rusas y luego se convertían en tejidos casi nómades, como de una Mongolia de tonos terrosos.


Teñida de negro con pinceladas doradas, la colección de Evangelina Bomparola retomó la austeridad de los años 40 contraponiéndolo con los excesos formales y emocionales de los 80, alegoría de la crisis económica mundial actual. Arpegios es el nombre que eligió para esta temporada, así como también la canción que acompañaba el caminar de las modelos.

Cinturas marcadas, hombros exagerados con volados, faldas pencil, pantalones de tipo babucha, sastrería en brocatos dorado, lame y estampados de leopardo que hacen pensar en el New Look de Dior. Acompañados por tocados con turbantes, rememorando a la mujer de post guerra que nunca perdió la elegancia.

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