martes, 11 de agosto de 2009

Susana Saulquin

11/08/2009 por Carolina Pierro y Karen Kim para Trendxchange

Una charla con la directora de la carrera Diseño de Indumentaria y Textil de la UBA

Susana Saulquin, directora de la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, polemiza sobre la carrera, la industria y el mercado local.


-¿Por qué Diseño de Indumentaria y no de Moda?

-Fue mucha la discusión por el nombre. Algunos decían moda, y no: vamos a enfatizar el diseño. Yo siempre insistiendo en que la moda iba a acabar, iba a acabar y qué se yo. El arquitecto Breyer hablaba siempre del indumento. ¿Por qué esa palabra tan fea? Porque es un indumento, porque desde el punto de vista arquitectónico, el espacio y bla... Una cosa es la moda masiva, y que depende de las tendencias, y otra es el diseño. La cuestión era diseño de qué. Después de dos meses de discutir, quedó de Indumentaria. La FADU avanzó con este término que se impuso en toda Latinoamérica.

-¿Cómo evolucionó la carrera en estos 20 años?

-En el año 86, dos años antes de la creación de la carrera, me llamaron de la FADU para que diera una charla en una cátedra de la facultad de Diseño Gráfico. Se alborotó todo el mundo cuando planteé el tema. Era la primera vez que se hablaba de diseño de indumentaria. Inmediatamente me llamaron de la facultad, hubo una reunión. Se sumó el hecho de que el Gobierno Italiano estaba dando unos créditos a PyMes locales que no tuvieran diseño. Entonces, Carmen Córdoba, en ese momento secretaria académica y después decana, dijo: "Hay que hacer una carrera".

-¿En qué quedaron las propuestas de reformas del Foro Académico 2006?

-Todavía no se llevaron a cabo. Yo dije: qué bueno tener la posibilidad de reestructurar las materias, 20 años después. También pedí pasar Sociología, para que los chicos tuvieran las historias antes. Nadie me hizo caso. Ahí quedó, en standbye. Puede ser por decisión política, porque es mucho trabajo, y hay que conseguir o derivar presupuesto de otras cosas a la currícula. Los cambios eran bárbaros, y agregábamos un año más porque ¿qué pasa? Nuestra carrera tiene dos mil y pico de horas, y con eso no se puede acceder a posgrados. Con cinco años sería bien sólida la carrera. Tintorería y estampado, ¿sabés cómo tendría que estar obligatoria esa materia? Un desastre. Pero bueno, ya te digo lo que pasó estructuralmente. En su comienzo hubo prejuicios, gente que no sabía mucho del tema. Recién ahora está cambiando eso. Decían que moldería era corte y confección, de modistas. No había forma de hacerles entender que así como la materia Estructuras está en Arquitectura, para poder trabajar las morfologías es necesario saber de estructura de prendas, de moldería.

-¿Qué harías si tuvieras más tiempo como directora de la carrera?

-Me dedicaría nada más que a enfatizar la necesidad de poner un año más. Agregaría tres molderías: Moldería, Morfología y Fundamentos Geométricos del Modelaje, materias estructurales que acompañen a los tres Diseños. Después podría haber Psicología o Semiología de los signos. Estampería y tintorería tendrían que ser obligatorias y tener su taller, son fundamentales.

-¿Cómo se integra la carrera con otras disciplinas?

-Podría estar diciendo todo pour la gallerie, para quedar bien. Pero yo te digo la verdad: nunca se pudo hacer. Había un proyecto que se llamaba PIA, Proyecto de Integración Académica, en el cual trabajamos como tres años en los 90 para logar la integración de todos los diseños. Nunca se pudo, porque hay un fuerte rechazo de Arquitectura. Pero no pueden echarnos porque estamos bien enquistados ahí. Entonces se trabajó mucho en común, con materias que pudieran ser horizontales, aunque después se notó que había problemas; las especificidades son muy distintas. Se hace con las electivas y siempre se habló de abrirse hacia Arte o Economía. El tema es que nosotros no vamos; la FADU es un poco soberbia. Yo creo que con los posgrados se va lograr.

-¿Cómo ayuda la FADU en la inserción de sus diseñadores en el mercado?

-Estamos tratando de ver como darles visibilidad a los chicos. Erróneamente pensé que llegaría por Semillero, que iba a ser más dinámico. Pero quizás es demasiado conceptual. La idea es que se presenten cosas nuevas, con originalidad y diseño, con morfologías y conceptos claros; darles a los ganadores de Semillero UBA un empujón.

-¿Qué pasa con los ganadores de Semillero?

-Daniel Turner, uno de los primeros ganadores, es muy genial, y tendría que estar ocupando los nuevos espacios. Lo que pasa es que tiene que haber toda una estructura, como hacen en Inglaterra. A la Argentina le faltan empresarios. No entienden, nadie entiende nada. Esa es la verdad. Hay comerciantes, no empresario con planificación para el futuro. Falla el sistema acá, directamente. Las individualidades son geniales, ese es el grave problema. Hay muchos celos, envidias, soberbia y egocentrismo. No así en Colombia ni en Brasil. Estamos paveando, perdiendo la posibilidad y nuestras ventajas comparativas que son el diseño y la creatividad. Somos creativos, insoportables, pero creativos.

-Una predicción...

-Cuando apareció el picudo hace años, que por algo aparece una plaga, yo propuse al algodón orgánico. A lo que me contestaron: vos estás loca, que voy a andar gastando en esa porquería. Empezó la plaga y yo, que voy a la fundación ProTejer porque la dirección de la UBA tiene un asiento, escucho sobre el picudo y, aunque no soy mala, por adentro de mi corazón dije: "y se les va a comer todo. Avanza, y no se han abierto al algodón orgánico". Es caro, pero si la Universidad de La Rioja lo empezó a hacer, la de San Juan también y ahí se quedó, es porque nadie da apoyo. No tienen esa visión empresarial, no planifican. El algodón no es el material del siglo XXI, no lo es. Lo va a ser la lana, otros tipos de materiales. Tiene que ser la gente joven la que realmente cambie el proyecto de la Argentina.

-¿Qué va a venir?

-Yo siempre pienso en el futuro, en lo que va a venir. Resulta que estaba de viaje en Islandia y, un día nublado salgo a caminar. Llovía. En Reykiavik hay 30000 personas, no hay nadie nunca por la calle, no hay autos, está todo vacío. Caminando por el borde de un lago enorme digo, haciéndome la mística: ¿Por qué no me bajan ideas de lo que va a venir? ¿Qué va a pasar? Entonces en ese momento me agarra un miedo. Se oscurece todo y aparece una cosa que me envuelve, un viento. Nunca en mi vida me había pasado una cosa así. Porque soy muy racional. Me envolvió como un torbellino y empecé a correr. Un huracán chiquitito me envolvía. Una cosa rarísima y dije ¿Qué pregunté? Empiezo a correr como loca muerta de miedo. Yo pensé que me iban a bajar ideas. Entonces miro para el lago, y había un arco iris increíble sobre el lago y dije: "bueno, está bien. Puede ser que después de la debacle va a haber un arco iris". No me lo voy a olvidar nunca más; no voy a preguntar nunca más. Muy loco todo eso, pero divertido.

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